Poesía y mocos

Esta semana he tenido el gran placer de volver a subir a un escenario y, extrañamente, en esta ocasión no ha sido durante una feria de monstruos circenses. Acompañándome de un gran amigo y mejor organismo multicelular no crustáceo que conozco, pude otra vez deleitar con poemas y música a un público entregado al poder cuasi narcotizante de mi declamación, a pesar de un defecto en el labio que me impide pronunciar las letras ere, eme y uve, y las vocales u y a, además de provocarme un incesante babeo viscoso. Los asistentes alcanzaron un grado orgiástico tal de unión con nuestro espectáculo lírico, que nos colmaron con toda clase de presentes e incluso menos de un 30% de los objetos lanzados resultaron cortantes. Una madre no dudó en ofrecernos su primogénito como ofrenda, detalle que declinamos al comprobar que era pelirrojo; el propio concejal de cultura trató de agasajarnos realizando un baile erótico sobre una barra metálica, pero sólo sirvió para confirmar que a partir de los 60 años la piel pierde gran parte de su propiedad deslizante. ¿Hacia dónde nos lleva la política actual del país si las nalgas de nuestros representantes bambolean flácidas?

Imagen del concejal al comenzar su danza sensual. Besa muy bien.

En contraposición a este breve intermedio de fama y gloria, caí gravemente enfermo aquejado de un fuerte constipado o ébola, todavía no se sabe bien, pendiente de los análisis que deben llegar a mediados del año 2032. Eso sí, he recibido los cariñosos cuidados de mi amada esposa, a quien no le tembló el pulso para abandonar rauda el hogar familiar porque, según sus propias sanantes palabras, «ya das bastante asco de normal». No obstante, antes de marcharse me aplicó todo su saber en medicina tradicional, consistente en frotar sobre mi pecho varios manojos de ortigas y carcajear cada vez que yo tosía sangre.

Escenificación del momento en el que recibí la visita de mi padre durante mi agonía.

Aunque ya me encuentro mucho mejor, no negaré que las secuelas físicas son evidentes y, probablemente, este verano no conseguiré protagonizar la portada de la revista Men’s Health. En conclusión, querido lector, sólo me cabe invitarte a disfrutar la lectura sobre las andanzas de Augusto Espinardo, el Community Manger de Jesucristo, cuyos nuevos episodios nos deparan aventuras y malestar gastrointestinal como podéis comprobar AQUÍ.

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